lunes, 24 de noviembre de 2014

Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán

Gonzalo Fernández de Córdoba († 1515) fue el genial militar al cual se debe en gran parte los resonantes éxitos de los Reyes Católicos, primero en la Guerra de Sucesión contra Juana “la Beltraneja” (1475 – 1479), luego en la conquista del reino musulmán de Granada (1482 - 1492), y principalmente en su expansión en el sur de Italia (1494 – 1498 y 1501 – 1504), que es donde pudo demostrar todos sus dotes como estratega. Desde joven fue una persona carismática, lo cual complementaba con su gran liberalidad que era “no solo por encima de su condición social, que era débil, sino incluso por encima de la razón humana”. Su hermano mayor asustado ante tales derroches le escribió para que dejase tales locuras. Gonzalo de inmediato le respondió diciendo: “Hermano Alfonso ciertamente no me arrebatarás la magnanimidad que me dieron los dioses, insinuando el vano temor de la pobreza futura”.
En su vejez, siendo ya primer virrey de Nápoles, también recaerán sospechas sobre sus manejos financieros, esta vez por un airado Fernando el Católico, al ser informado por los cuestores reales que existía gran disparidad entre el gasto real y el justificado. Gonzalo simplemente dijo que al día siguiente presentaría unas cuentas más detalladas. En efecto al día siguiente presentó un escrito en el que solo había dos rúbricas pero con el cual los números cuadraban perfectamente: uno era el dinero dado en limosnas a pobres, sacerdotes y monjas, y el otro dado en secreto a espías con el cual se habían ganado batallas y conquistado el reino de Nápoles. “Entendiendo la argucia, Fernando impuso silencio al infame asunto”.
El Gran Capitán tras la batalla de Ceriñola encuentra el cadáver de su rival Luis de Armagnac. Cuadro al óleo de Federico de Madrazo

Como es habitual con los grandes personajes, alrededor de sus hechos reales se entretejieron dichos y anécdotas que exaltaban su personalidad. Una de esas historias populares era el supuesto amor platónico entre la reina Isabel y Gonzalo, la cual fue recogida por su primer biógrafo, y que fue contemporáneo, el historiador italiano Paolo Giovio († 1552), el cual escribió la biografía hacia el 1525 (aunque no fue publicada hasta 1549). Posteriormente otros autores en diferentes idiomas lo repetirán. Incluso algunos tratarán de buscar esa supuesta mutua atracción entre ambos a los años juveniles. Giovio no dice nada al respecto, pero quizás esa idea la sacaron otros autores de una mala interpretación del pasaje donde Giovio dice que Gonzalo “a regina tenerius adamari”. Teniendo en cuenta que “tener, tenera” puede significar “joven”, algunos quizás pudieron traducir mal y entender que Gonzalo “era amado por la reina desde joven”. O quizás simplemente fue producto de una elucubración basada en la efectiva cercanía de Gonzalo en los círculos cercanos a Isabel.
Un hecho que es indudable es que, al menos tras la muerte de Gonzalo, esos rumores existían, aunque coincidiendo en que se habría tratado de un amor “cortés”, es decir aquella devoción casta, aunque erótica, exaltada en la literatura medieval.

Paolo Giovio, Elogia Illustrium Virorum Vitae, De Vita et Rebus Gestis Consalui Ferdinandi Cordubae Cognomento Magni, Florencia 1549, lib. 1, p. 182-183. (También he tenido en cuenta la edición de Florencia 1551).


No careció aquella victoria de un memorable prodigio, pues no mucho antes que se entregase Granada, saltando una llama nocturna desde un candelabro y atizada por el soplo de la brisa, lamiendo poco a poco las cortinas, devoró de tal modo la tienda de la reina que la espaciosa estancia regia se incendió antes que pudiesen socorrerla echando cubos de agua, quemándose casi todo el ajuar de las habitaciones.
Non caruit ea victoria memorabili ostento, nam non multo antequam Granata dederetur, ex nocturni luminis candelabro flamma emicans et ventilata aurae flatibus, vela sensim lambens, reginae tabernaculum ita corripuit vt regia magni ambitus tentoria priusquam allatis hydriis succurri posset, incenderentur concrematoque toto penitus lectorum instrumento.
La reina casi desnuda se arrojó fuera, y no le quedó absolutamente nada de los selectos adornos femeninos de su ajuar de lino con que cubrirse; pero el rey aunque asustado, tras superar el miedo, en la brillante llama vio el buen presagio de una próxima victoria.
Regina fere nuda in apertum se proriperet, nec ei quicquam ex muliebri secretiore cultu linteae suppellectilis quo se contegeret, omnino relinqueretur; rege quidem exterrito, sed mox extra metum posito, paratae victoriae ex elucente flamma omen accipiente.
Entonces Gonzalo, viendo ocasión de alcanzar el favor de la reina, mandó a su mujer [María] Manrique, que estaba en el vecino castillo de Íllora, que entregase a la reina, despojada de toda la necesaria gala de túnicas y mantas, todo lo que ella tuviese de su ajuar nupcial, y la abundancia de trajes de lino del trabajo casero de muchas criadas bordando.
Tum Consaluus, parandae ab regina gratiae occasionem agnoscens, Mauricam vxorem, in proximo Hilorae castello considentem, admonuit vt reginae, toto tunicarum et lodicum necessario ornatu exutae, quicquid ipsa haberet ex mundo maritali, et domestico multarum ancillarum acu pingentium labore linteae vestis copiam largiretur.
No faltó en la opulenta casa de esta generosa mujer más esplendida (si es posible decirlo) que su liberalísimo esposo, cosas para cumplir el deber de una inmensa y pronta generosidad por encima de la expectativa de Gonzalo y el deseo de la reina. Pues en la ofrenda se mandaron rápida y oportunamente tantos y tales adornos femeninos que se pensaría que podían igualar la opulencia regia.
Non defuere in opulenta domo apud generosam foeminam (si dici fas est) ipso coniuge liberalissimo splendidiorem, quae supra spem Consalui votumque reginae immensae atque expeditae liberalitatis munus implerent. Dono enim celerrime opportuneque transmissa sunt tot et tanta muliebris vsus ornamenta vt regiae opulentiae aequari posse censerentur.
Entre ellos habían cortinas de preciosas telas y trabajo, con juntas reticulares, bordado por doquiera con oro y adornado con púrpura en todos los bordes, dignísimos de lechos nupciales de reyes.
In his erant pretiosi operis textilisque materiae conopaea, reticularis commissuris, insutoque passim auro et purpura vndique limbos depingente, nuptialibus regum thoris dignissima.
Y la reina hasta tal punto contempló con mirada feliz los elaborados detalles de camisas, túnicas, mantas y pañuelos de toda clase finísimamente bordados, que aunque juzgándolo un inestimable derroche de arte precioso y delicado, sobre todo quedó admirada por la diligencia y celeridad, ya que esos dones parecían como si hubiesen sido oportunamente previstos y hechos hace muchos años en vista de aquel incendio.
Sed interularum, tunicarum et lodicum sudariorumque omnis generis scitissime acu pictorum operosas amoenitates vsque adeo regina laetis oculis mirata est vt, quum sumptum subtilissimae pretiosaeque artis inaestimabilem iudicaret, vna maxime diligentiae et celeritatis admiratione teneretur, vt ea dona tanquam in eum incendii casum multis ante annis opportune prouisa atque elaborata crederentur.
Al llegar Gonzalo la reina le dijo en broma cariñosamente que el repentino azar del incendio le había redundado a ella en gran beneficio, porque desde su incendiada tienda el inoportuno fuego había invadido con rapaz violencia la casa del mismo Gonzalo.
Superueniente autem Consaluo regina cum eo his erga eum verbis blande iocata est, repentinum eius incendii casum sibi magno commodo cessisse, quod ab incenso tentorio suo importunus ignis in ipsius Consalui domum rapaci violentia peruasisset.
Aquella generosidad, siendo un don inesperado, de tal modo obligó el ánimo de la reina que ella en todas sus conversaciones no dudaba en alabar efusivamente a Gonzalo y anteponerlo a todos en cuanto a valor y gentileza, hasta el punto que muchos creyeron que Gonzalo era amado tiernamente por la reina; sin embargo ella era de una indudable e invencible castidad, y Gonzalo mismo acababa todas las bromas con insigne modestia.
Ea liberalitas, inexpectato munere, reginae animum ita obstrinxit vt ea omnibus sermonibus vnum Consaluum virtutis atque elegantiae nomine cunctis praeferre effuseque laudare non dubitaret, vsque adeo vt nonnulli Consaluum a regina tenerius adamari crederent; quanquam ea esset certissimae atque inpenetrabilis pudicitiae, et ipse Consaluus iocos omnes insigni verecundia terminaret.